Friday, March 04, 2005

 

Educación, ¿para quién?, EDITORIAL (DINERO, Marzo 4 de 2005)

Educación, ¿para quién?


Dos noticias relacionadas con la educación superior, los resultados de los ECAES (exámenes de estado para la educación superior) y los escándalos financieros en algunas universidades, han llamado la atención de nuevo sobre la educación, tema crítico para el futuro de los colombianos.

Ya en dos gobiernos, de los presidentes Pastrana y Uribe, la búsqueda de calidad ha sido el centro de la política de la cartera de Educación. Para mejorar la calidad se estableció el registro calificado, que exige unos estándares mínimos; la acreditación voluntaria para programas de excelencia académica; la acreditación institucional; los exámenes de estado, ECAES; y el observatorio laboral.

El registro calificado es lo mínimo que puede exigirse y desde ningún punto de vista el hecho de obtenerlo puede ser motivo de orgullo. De otra parte, la acreditación voluntaria es un gran avance, siempre y cuando se mantengan los más estrictos criterios para otorgarla.

Si la acreditación se institucionaliza, sería un gran estímulo para la competencia y la mejor señal de mercado para los estudiantes. De hecho, en un mundo globalizado ya no basta tener programas acreditados localmente, sino que es necesario buscar la acreditación internacional. Si quieren competir mundialmente, las universidades colombianas tendrán que enfrentar esta realidad más temprano que tarde.

Los exámenes de estado son también un gran avance hacia la calidad universitaria, pues miden las competencias de los estudiantes una vez han terminado sus estudios. En otras palabras, miden el resultado de la formación académica, algo que hasta ahora no se conocía. Con el paso del tiempo, los resultados de estos exámenes se convertirán en una exigencia al solicitar empleo.

Este es uno de los puntos neurálgicos del debate actual. Francisco Cajiao, en su columna en El Tiempo del 22 de febrero, titulada Por sus frutos las conoceréis, cuestiona a las universidades que, en lugar de invertir sus excedentes en procurar la excelencia académica, construyen grandes edificios para atraer estudiantes y olvidan que su actividad esencial debería ser crear y transmitir conocimiento.

Los resultados de los ECAES dejan mucho qué desear. El promedio de estudiantes no pasó las pruebas de comprensión de lectura ni las de matemáticas. Las universidades argumentan que el problema está en la formación básica con la que llegan los individuos. Pero también es cierto que el paso por la educación superior no ayuda a estos estudiantes a suplir unas deficiencias básicas. Los estudiantes llegan sin comprender lo que leen y salen sin comprender lo que leen.

De otra parte, la gran mayoría de los estudiantes que lograron los mejores resultados en los exámenes de Estado provienen de universidades públicas y de unas cuantas privadas, a las que Cajiao se refiere como las más tradicionales, costosas y consolidadas. Entretanto, un amplio número de universidades privadas ni siquiera figuran en la lista, lo cual debería ser motivo de gran preocupación en un país donde proliferan las entidades de este tipo.

Las universidades manejan flujos de caja extraordinarios. En buena hora, el Ministerio de Educación decidió que deben publicarse los estados financieros de estos centros educativos en su página web, para exigir un control social sobre la manera como se manejan estos recursos.

Los estudiantes tienen derecho a recibir una educación de excelencia a cambio de lo que pagan por la matrícula. El gobierno se está moviendo en la dirección correcta para promover la calidad, pero en ningún momento se puede bajar la guardia. El costo para el país de una mala educación es demasiado alto, en recursos, en tiempo y en capacidad de desarrollo.

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