Monday, January 02, 2006

 

Calidad no es cantidad, José Luis Villaveces, (EL TIEMPO, Noviembre 29 de 2005)

Calidad no es cantidad
POR JOSÉ LUIS VILLAVECES C.
Ex Secretario de Educación del Distrito

EL CIERRE DE LA UN
(EL TIEMPO, Noviembre 29 de 2005)

La discusión bajo presión es la negación de la universidad.


El miércoles 23 de noviembre, amanecimos con la noticia de que la Universidad Nacional había sido cerrada la noche anterior. Era una noticia trasnochada. El cierre comenzó dos semanas antes, cuando distintos grupos empezaron a bloquear el acceso a sus edificios y a sus instalaciones con el propósito de impedir reformas que habían sido anunciadas hacía meses y sobre las cuales el estudio juicioso, el análisis cuidadoso y la crítica racional por parte de la comunidad universitaria han sido escasos. Con la medida de fuerza del bloqueo se cerró la Universidad, puesto que es de su esencia la discusión abierta, la crítica cuidadosa y el diálogo constructivo. La discusión bajo presión es la negación de la universidad.



Llama la atención en todos estos meses la predominante negativa de quienes habitan la universidad –estudiantes y profesores– a la discusión juiciosa de alternativas a lo existente. En el siglo XVII, Leibniz, luego de un cuidadoso análisis filosófico llegó a la conclusión de que el nuestro era el mejor de los mundos posibles. Su conclusión no convenció y es bien sabido que Voltaire escribió el Cándido principalmente para ridiculizarlo. Parecería que nuestros estudiantes sí aceptaron la conclusión de Leibniz y suponen que la forma de academia que encontraron a su ingreso a la universidad es la mejor posible y cualquier alternativa necesariamente desmejora la calidad. Tal es la frase que oímos repetidamente de parte de sus representantes: que el sistema de créditos disminuye la calidad, que acortar las carreras disminuye la calidad, que hacer énfasis en los posgrados va en detrimento de la calidad de los pregrados, etc.



Lo peor es que estas afirmaciones, tan fáciles de enunciar, son sumamente difíciles de sustentar, pues la calidad de la educación es algo dificilísimo de medir. Ella depende más del trabajo que hagan los propios estudiantes para aprender que de lo que ofrezca la institución, y el resultado de este trabajo es tan heterogéneo como lo son los mismos alumnos: unos aprenden muy rápido, otros lentamente, algunos de repente, otros por larga concentración. La universidad lo que hace es propiciar ambientes adecuados de aprendizaje con sus docentes, sus laboratorios, sus bibliotecas, sus granjas, sus cafeterías, sus auditorios.


No existe ninguna medida que muestre una correlación fuerte entre el número de horas que pasa un estudiante escuchando a un docente y la calidad de su aprendizaje. Los mejores estudios sugieren que este número debe reducirse a un mínimo y dejar tiempo para que cada quien a su ritmo estudie. Es claro desde hace décadas que los pregrados son esencialmente instancias en que el estudiante adquiere cierta disciplina de estudio y una forma particular de mirar el mundo, que deberá desarrollar a lo largo de su vida estudiando continuamente.


La vieja idea de que en el pregrado se podía aprender todo lo necesario para la vida se agotó, pese a lo cual un reflejo común entre los docentes –que contagia a los estudiantes– es el de dar enorme importancia a los contenidos y defender la extensión de los atiborrados currículos por sobre cualquier otra consideración. Así, agitando la entelequia de la calidad como principio ideológico se ha rehuido el debate académico cuidadoso que lleve a mejorar nuestros bastante mediocres pregrados. Basta ver las dificultades que padece nuestra nación manejada por los egresados de nuestras universidades para saber que estas están lejos del óptimo y sí hay que considerar alternativas.


Muy triste que le haya tocado tomar la decisión de consolidar el cierre que se venía dando de facto a Ramón Fayad, el conciliador por excelencia, el más abierto a la participación de los profesores universitarios que he conocido. Ojalá pronto logre su deseo de reabrir el diálogo para recuperar la verdadera universidad y que la comunidad académica se comprometa realmente en el debate y el estudio cuidadoso de las reformas que necesita con urgencia nuestro primer centro de educación superior.

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