Wednesday, January 25, 2006

 

La Nacional, un bien público; Francisco Cajiao; (EL TIEMPO, Enero 24 de 2005)

La Nacional, un bien público
POR FRANCISCO CAJIAO

Reformas para avanzar hacia una institución de alto nivel.

Hace tiempo se superó la época en que los problemas de la Universidad Nacional se resolvían entre la policía y las autoridades universitarias, bajo la mirada relativamente ajena del resto de la ciudadanía. El común de la gente caía en la fórmula fácil de atribuir los cierres o las pedreas a una izquierdización de la comunidad universitaria, que de paso ensuciaba paredes y amenazaba a los transeúntes de las calles circunvecinas.

Estos estereotipos, recogidos por algunos medios de comunicación, le han hecho un daño muy grande al país, pues por cuenta de lo que ocurrió en las universidades públicas en la década de los setenta, se fue construyendo un consenso en torno al impulso de la universidad privada que hoy concentra cerca del 70 por ciento de la matrícula, no siempre en las mejores condiciones de calidad.

La realidad actual, por fortuna, es muy diferente. El país se está enterando de las causas de los conflictos que llevaron al cierre de la universidad a final del año anterior y el tema interesa a mucha gente que la considera un patrimonio de todos los colombianos. Ya se leen editoriales y columnas en los periódicos sobre el significado de lo que están proponiendo las autoridades universitarias, con lo cual también tienen que exponerse ante la opinión pública quienes se oponen a esas propuestas, para que traten de hacer valer la fuerza de sus argumentos, como corresponde a quienes trajinan en la academia.

La situación, a pesar de su complejidad, es positiva. La universidad, finalmente, parece haber entrado en la esfera del bien público, superando la imagen de una institución negociada y renegociada hasta el infinito por los intereses de sus actores internos de espalda a los intereses nacionales. Esta es, precisamente, la única garantía de fortalecimiento de la universidad pública.

He tenido acceso a siete documentos de trabajo sobre la propuesta de reforma, publicados y difundidos ampliamente por la universidad. No puede decirse, entonces, que la cosas se estén haciendo a espaldas de la comunidad, o que no se hayan conocido las propuestas. Es normal que haya diferencias y puntos de vista divergentes, pero también es natural que después de la discusión se tomen decisiones.

La universidad dispone de mecanismos de participación amplios y suficientes y allí deben jugar el conocimiento y la democracia. Esto implica que no todos quedarán contentos con los resultados de los procesos, pero no justifica de ninguna manera que quienes pierden se sientan con derecho a paralizar la universidad. No tienen derecho legal, pero, sobre todo, no lo tienen en el ámbito de una ética del bien público.

Algunos de los opositores han dicho ante los medios flagrantes mentiras con más demagogia que argumentos, en tanto que el rector de la universidad se ha esforzado por invitar al diálogo y a la discusión serena. Incluso, ha pospuesto decisiones ya tomadas para no obstaculizar las conversaciones.

La Universidad Nacional es un paradigma de lo que debe ser la universidad pública en Colombia y eso compromete a toda su comunidad académica para avanzar hacia una institución de alto nivel como la que requiere el país en las próximas décadas. Este reto implica que debe haber cambios y reformas profundas, así haya ciertos intereses que resulten afectados.

No creo que las propuestas en discusión estén atentando contra la calidad o contra el alto nivel científico que la Nacional ha demostrado en los últimos años, como lo plantean algunos de los opositores. Esto no significa que todas las propuestas deban realizarse como están planteadas: para encontrar los mejores caminos está el sano ejercicio de la razón, que sin duda sobra en la comunidad universitaria.

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